
Llega finales de agosto, me voy de vacaciones. En Cantabria pillo un virus que me provoca la diarrea más brutal que haya tenido nunca. Me deja totalmente seco y con unos dolores tremendos. Cuando comienzo a recuperarme de ésta, el primer día de curro me sobreviene una reacción alérgica de las gordas. Se me infla la cara como un globo. Urbasón y polaramine a mansalva. Cuando me recupero pillo una infección de garganta que supero el día antes de la Madrid-Segovia, con lo que me planto en el arco de salida de la mejor manera posible (¡ja!)
Pero no podía empezar mejor. Fresquito -llevo fatal el calor- y nublado. Comenzamos a trotar y al poco se me une una corredora, Pilar. Llevamos el mismo ritmo y comenzamos a hablar. Es su primera ultra y yo le voy contando lo poco que sé. Con esta agradable compañía pasan los kilómetros a buen ritmo. Primero Tres Cantos, luego Colmenar, en unos tiempos estupendos. Va todo sobre ruedas.
Y allí ocurrió. De repente un bajón físico tremendo y repentino hace que me separe de mi compañera, que se va hacia Segovia (lo logró, y me alegro como si fuera yo mismo el que cruzó la meta). El ritmo al caminar solo tras este mazazo moral y físico bajó estrepitosamente, me paro a descansar pero no recupero, tengo el estómago cerrado y necesitaría comer algo para afrontar los últimos 40km. Pienso en llegar a Cercedilla y descansar bien, rehidratarme, comer y continuar, pero antes hay que llegar a la Barranca, y no llega la jodía. Interminable. Sufriendo mucho llego finalmente y decido poner fin a mi periplo, tumbándome a la sombra a descansar. Tras esperar un coche de la organización que no llegó bajo caminando a Cercedilla, pero por el camino unos amabilísimos espectadores me acercan en coche (mil gracias desde aquí).
En Cercedilla veo a Yoku bien vigilado por Garabitas y Gebre. Le han pinchado suero, está muy mal, con calambres terribles, pero ha estado mucho peor. Me quedo con ellos hasta que conseguimos que lo metan en una ambulancia y se lo llevan a la Paz. Ahora está fuera de peligro pero estuvo a punto de colapsar su función renal, lo que acarrearía fatales consecuencias. Qué importante es mantener el delicado equilibrio físico en este tipo de pruebas. Ante esta situación no puedo evitar pensar que he hecho bien en retirarme a tiempo.
Tras una cañita bien ganada Gebre me llevó a Segovia (detallazo, gracias) a saludar a los llegados a meta. Hay una gran familia paquetil entre finishers, unfinishers y familiares. Jordan nos trae de vuelta a casa (gracias otra vez), muy contento por haber corrido fenomenal durante 50km y por haber sabido parar a tiempo. Y, al revés que en Cercedilla, no puedo evitar pensar en haber aguantado un poco más para entrar en esta meta mágica de Segovia. A los corredores realmente se nos va la pinza. Bueno, la meta tendrá que esperar a otras ediciones, porque realmente la entrada a Segovia es especial, única, y debe tener algún componente adictivo
En resumen positivo hice una magnífica carrera de 50km en la mejor compañía posible. De lo negativo que viví espero poder aprender para el futuro lecciones muy importantes, vitales. Porque por muy amable que sea esta prueba son 100km que hay que recorrer. Con calor se hacen especialmente complicados, y siempre tendremos que afrontarlos con serenidad y atendiendo a la rehidratación, alimentación, y sobre todo a las señales que nos envía el cuerpo y no podemos ignorar por muy motivados que estemos en alcanzar la meta.
Y, por supuesto, dar mi enhorabuena a todos los participantes, hayan llegado o no bajo el Acueducto. Porque hay que tener valor para enfrentarse a retos así.