Os contaré mis disquisiciones de ayer cuando me dirigía a la Casa de Campo, a correr a pesar del frío intenso, del viento y de la lluvia, del cansancio y del ganduleo natural en mi.
Soy un privilegiado, o así me siento, al tener la CdC tan cerca de mi casa. Hay veces que incluso me planteo si me gusta correr o es una excusa para adentrarme en este bosque, una auténtica isla entre el urbanismo exacerbado que nos rodea. ¿Corro para encontrarme bien o como excusa para perderme entre cuestas, arroyos, pinares? Trotando voy más lejos que andando, claro, y llego a más sitios, más lejanos y recónditos donde disfrutar de la soledad en compañía de la naturaleza. ¿El ejercicio relaja mi mente o es la visión de fresnos, ardillas, conejos y picapinos la que me da la paz con la que vuelvo? ¿O la sensación de soledad en un entorno que te acoge, que te acompaña sin molestar? Probablemente sea una sinergia entre ambos aspectos. Correr me gusta, y la naturaleza me da equilibrio. Lo que está claro es que correr me costaría mucho más si sólo pudiera hacerlo en parques. No te digo nada si lo hiciera por aceras o por "preciosas avenidas urbanas" tipo Castellana. No creo que lo aguantara.
Pues ayer iba pensando mientras me acercaba a sus dominios que cada día hago casi 3km basura. Los que tardo en meterme de lleno en la Casa de Campo y salir de ella. Unos 800m hasta cruzar el paso elevado de la A5 y otros 750, ya dentro del parque, hasta que llego a la zona dominada por el Arroyo Meaques, donde ya me encuentro "en casa". Los primeros, de ida, son de chequeo de sensaciones, de repaso mental de por dónde iré (o no), del plan (o ausencia del mismo), de supervisión de lesiones. Desde el paso elevado, mientras trato de no respirar el pestilente hedor de la plaga de automóviles, contemplo la inmensidad verde, las copas de los árboles, el sinuoso perfil del parque. Al fondo, la sierra, cuya visión siempre me conmueve, y que parece esperar pacientemente una visita. Allá voy.
A la vuelta, ya cansado después del entrenamiento, quedan otros 1600m de subida. Según asciendo por la rampa que lleva a la tapia voy notando ese calor insano que desprende la ciudad. Los susurros del aire entre los árboles se mezclan y se apagan finalmente vencidos por el rugido de los coches. El aire fresco y el olor a tierra, desaparecido por el olor a gasoil quemado. Las cumbres serranas se tornan "skyline" (que Aluche también lo tiene, faltaría más) y tengo que seguir subiendo hasta llegar a casa tratando de no sentirme fuera de lugar. Los senderos son ahora cruces con semáforos; los fresnos, una gasolinera; el bosque, un bingo. El olor a tierra mojada, las pisadas en un lecho de hojas de pino, las hojas caducas amarilleadas por el sol, una vez roto el hechizo como en la Cenicienta, se tornan humos de combustión, charcos de agua sucia repleta de grasa y contaminación, el gris ciudad que cuando llueve es más deprimente aún.
Vuelvo penoso desde el lugar donde me hubiera gustado quedarme. Finalmente desconecto el pulsómetro y subo a casa, a mi hogar. Si pudiera transportarlo al límite mismo de la tapia...
Correpoco es un grupo de amigos que disfrutan corriendo... aunque ahora lo haga cada uno por su lado.