lunes, junio 08, 2009

Entrenos MAM - 6 Junio - Rodarán Cabezas

por: Zerolito

No sabía cómo titular el post. De hecho no se cómo escribir ni qué contar, ya que las vivencias experimentadas por este piltrafilla el sábado pasado darían para escribir un libro. Tal como lo cuento, ha sido la experiencia atlética más dura que haya experimentado nunca, si bien una de las más enriquecedoras. ¿Títulos? "El Paso de Caradhras", "Llamando a la Puerta Negra", "La Senda está cerrada", "Despertó el Balrog", "Cara a cara frente a Sauron"... Así que voy a empezar a escribir y ya veremos por dónde sale.


Quedamos a las 8:30h en Navacerrada. Yo iba con tiempo y llené mi Diosaz y la de Carlos en la Fuente de los Geólogos para empaparme de la Sierra desde el principio. El frío reinante y el agua helada que chorreaba por mi mano eran el preludio de lo que viviríamos a más de 2200m de altura. Reunión de la Compañía del MAMillo tras un café y partimos hacia Bola a las 9h.


Carlos, Zerolito, Andreas, Sergio y Juan. Foto cortesía de Ana.

La subida al Alto de Guarramillas (Bola del Mundo) no presenta mayor dificultad, salvo que para mí los primeros minutos de cualquier actividad me suponen un esfuerzo importantísimo. Debe ser que voy a válvulas, como mi ampli Fender, y hasta que no calientan no funciona correctamente. Desde allí iniciamos la bajada por la Loma del Noruego que nos llevará al Puerto de Cotos. Es una bajada larga y bonita, truncada por apenas tres pequeñas rampas en un trayecto de casi 5km. Yo la tenía ganas, ya que era uno de los dos puntos del recorrido que desconocía (al menos corriendo). Del otro ya hablaré, ya...


Primeras brumas en Bola del Mundo

Paramos en Cotos, nos alimentamos y atacamos la subida a Peñalara por Peña Citores. Fui muy atento por el viejo conocido pinar que nos acoge, protegiéndonos del frío reinante. Pero a pesar de eso no fui capaz de ver en qué punto nos desviamos en la Primera Zerolada y que nos hizo salirnos del camino a Peñalara. Salimos del pinar y de repente la niebla, el frío y el viento hacen su aparición. Empezamos a subir por la loma de Dos Hermanas para coger la cuerda que nos llevará a Peñalara.


El pinar en Citores contrasta con los neveros que nos encontramos poco después

La subida fue increíble. De repente empezó a caer una granizada de aúpa. El granizo, del tamaño de pequeños granos de arroz, viajaba casi horizontal y a una velocidad de vértigo. La niebla nos envolvía, la sensación de frío era brutal, debíamos estar sobre los 2ºC pero el viento se ocupaba de que nuestra percepción fuera de varios grados bajo cero. Pero lo peor era que el granizo nos laceraba. Bueno, nosotros decíamos que nos exfoliaba, en nuestro particular humor negro. Cada poro de piel no cubierto por ropas era cruelmente aguijoneado por el incesante granizo. Carlos y yo nos rezagamos un poco y nos costó seguir el camino de hito en hito. Finalmente nos reagrupamos en un antiguo búnker de la Guerra Civil Española. Esta vez no eran milicianos sino montañeros los que nos resguardábamos como podíamos de la ventisca. Comimos algo, nos pusimos ropa y enfilamos hacia la cima con el único fin de hacernos una foto y emprender la bajada.


Cima de Peñalara (2430m)

En la foto no se nota mucho pero estamos ateridos por el frío. El viento era tremendo y sólo pensábamos en hacernos la foto y tirar para el valle. En esoso momentos sentimos cómo se nos congelaban los dedos y la nariz. Pero congelados en su sentido literal. El dolor era intensísimo, no había forma de protegerse en aquellas condiciones, sólo era posible huir. Pensaba en las terribles condiciones que debern sufrir los alpinistas si en unos modestos 2430m de altura, en una zona templada y en el mes de junio el castigo al cuerpo era tan grande. ¿Qué no sentirán ellos en el Himalaya?

La bajada por la loma de Dos Hermanas se hace durísima, pero a medida que descendemos el viento se va calmando, la niebla se convierte en bruma y finalmente unos tibios rayos de sol aparecen. Aprovechamos para reagruparnos, chequear daños y continuar la bajada por un sendero fuera del camino principal. De repente me veo bajando con Sergio. Nos destacamos del grupo rápidamente y yo disfruto por ser capaz de siquiera seguir a este enorme trotamontes. Llegamos a Cotos y aprovecho para llamar a Coral, estirar y comer y beber algo.


Andreas y un recién descongelado Juan bajando hacia Cotos


El precioso Valle del Lozoya nos recibe en el descenso


Reagrupados y tomando decisiones

Tras reunirnos de nuevo en Cotos empieza la auténtica fiesta. Habíamos evaluado la situación en Peñalara y creíamos que no podríamos subir a Cabezas, vista la que estaba cayendo. Pero al bajar al valle vemos que está despejado y nos animamos a intentar la ascensión. Así que descendemos por el Refugio del Pingarrón y cogemos el PR-27 que nos llevará a la cuerda de Cabezas de Hierro. En ese momento Aspen, que se había torcido el tobillo en la bajada de Peñalara varias veces, lanza un grito de dolor: había ocurrido otra vez. Tras hablar un rato decide no hacer los tubos y subir por la Loma del Noruego hacia Bola y esperarnos allí, ya que la ascensión a Cabezas era peligrosa en su estado. Hasta luego, compañero.

Llegaba la hora de la verdad. El camino es ahora un precioso bosque, salpicado de arroyos que tenemos que cruzar y con varios árboles literalmente de cuento. Preciosa zona, calma chicha que precede a la verdadera batalla. Acabábamos de perder un integrante de la Comunidad y nos enfrentábamos directamente al principal escollo de nuestro viaje.


El gran Sergio, nuestro Aragorn particular. Bravo montaraz y estupendo compañero.

El PR nos lleva a la base de la inmensa mole granítica de Cabezas de Hierro. Justo en sus pies perdemos las marcas del PR y, tras varios minutos de búsqueda infructuosa en la que sólo vemos hitos de caminos que no son el que busca Sergio, nos decidimos a subir por el tubo que está más cercano a Cabeza de Hierro Menor. La subida se hace increíblemente dura. Desgasta enormemente, tanto física como psicológicamente. El desnivel es altísimo. Primero las piedras son pequeñas y sueltas, incluso se ven hitos de cuando en cuando. Pero de repente empiezan a agrandarse. El desnivel no disminuye, no. Hay que utilizar las manos incontables veces. Avanzar se hace penoso. Paso a paso y parando cada poco tiempo a tratar de recuperar. El aire parece que se acaba, pero lo peor son las piernas. Las noto blandas, incapaces de sostener e impulsar el cuerpo. Hay veces en las que es difícil incluso guardar el equilibrio.


Ascensión por los tubos de Cabezas de Hierro

Pero hay más. Según ganamos altura las inmensas piedras redondas se convierten en prismas. La acción del hielo ha afilado sus suaves contornos y ahora tenemos que avanzar haciendo equilibrios poniendo el pie en el filo de una roca. El desnivel sigue siendo brutal. Miras hacia arriba y sólo ves un inmenso río de piedras. Roca afilada por todos los lados. Hemos perdido la perspectiva de la cima (señal de que el desnivel ha aumentado) y la sensación de agotamiento, soledad e impotencia se agranda. Es la hora de la verdad en la que la Montaña, como se suele decir, pone en su sitio al montañero. Carlos va desencajado. El enorme esfuerzo está haciendo mella en su recia determinación. Yo siquiera puedo animarle, noto cómo las fuerzas se escapan ante el alud de granito que tenemos delante. Sergio y Andreas nos jalean de vez en cuando desde arriba, pero nuestro paso es penoso.


Ascendiendo penosamente por los tubos


Andreas subiendo por los tubos. No, aún no es la cima.


Mola la perspectiva, ¿eh?

Es en estos momentos tan duros cuando uno puede perder la batalla. La fuerza, la tenacidad y el coraje son socavados como una ola del mar derriba un perfecto castillo de arena. La inmensidad y la dureza de la montaña es inmisericorde, y hace falta una voluntad férrea para seguir adelante. Determinación. Reunir tus escasas fuerzas y dar otro paso. Para. Decide dónde poner el pie. Hazlo. Respira. Así durante una hora interminable. Un mensaje de Aspen nos indica que ha llegado a Bola y que inicia el camino por la Cuerda Larga para ir a nuestro encuentro. Pienso socarronamente que llegará antes que nosotros a la cima de Cabeza Menor.

Así veía Aspen Cabezas de Hierro

Descansamos en la antecima. Comimos algo refugiándonos de la ventisca que se estaba empezando a formar y que nos hizo irnos a toda prisa. El tramo final es de traca, aún más abrupto. Pero finalmente llegamos. La cima no le gusta mucho a Carlos, en lugar de un vértice geodésico como mandan los cánones hay un par de palos torcidos y una vara metálica.

La niebla se nos echa encima. Sergio nos indica que perderse es ahora imposible: hay que seguir la cuerda hasta Bola por el camino marcado con señales de GR (rojas y blancas). Andreas y él se adelantan mientras yo voy con Carlos. Oimos las voces de Aspen que está llegando a nosotros. La bajada es peligrosa, con enormes piedras y un gran desnivel. Carlos me dice contundentemente que me vaya. Su cara está desencajada, no se si pesa más el agotamiento o el abatimiento. Yo quería terminar con él, quedaba lo más fácil, pero no quiero contradecirle. Algo en su mirada me dice que, al igual que ocurrió en Bustarviejo, prefiere que le deje solo. Sabiendo que Aspen le cogerá en unos minutos y que la Cuerda Larga está repleta de montañeros que emprenden el camino de vuelta debido a la inminente tormenta, me despido de él dándole ánimos.


La cima de Cabeza Menor desde la Cuerda Larga, repleta de senderistas

Tenía enormes dudas sobre cómo iba a afrontar la bajada. Si nser excesivamente técnica es peligrosa ya que hay tramos en los que te embalas de una manera brutal. según bajo me doy cuenta de que mis piernas aún responden. No me lo podía creer. Así que decido bajar, no muy deprisa, pero sí rápido. Establezco contacto visual y sonoro con Sergio y Andreas. Pero la niebla y el granizo han vuelto, si bien con menor virulencia que en Peñalara.

El camino se torna blanco en cuestión de minutos. Llego al Cerro de Valdemartín y pierdo las marcas. Vaya tela. Se la dirección que debo tomar, pero no veo las marcas, y no estoy por la labor de hacer kilómetros de más. No señor. Así que tras unos minutos de duda decido esperar a que lleguen los senderistas. El primero que llega me dice que Bola es "eso de ahí". Obviamente eso no era Bola, sino una caseta que hay en el cerro. Me comenta que no conoce muy bien la zona y decido esperar al siguiente grupo. En ese momento... ¡milagro! se disipa la niebla y se adivina la imagen de los repetidores de televisión. ¡Eureka! en la dirección que yo decía. Escucho a la vez las voces que Sergio va dando a intervalos como referencia. El Sol se abre camino y le digo al chico que me vooooy corrieeeeeeendooooo.

Me cruzo con otro montañero que me dice que mis dos compinches acaban de pasar por ahí. Yo, ya relajado, entablo una breve conversación con él. Da gusto saberse cerca de la meta y le deseo suerte. Pero nos faltaba la última: el panorama se vuelve a cerrar y comienza a llover. Pues ná, a apretarse los machos otra vez. El agua torna resbaladizas las piedras y hay que ir con cuidado. Pero consigo llegar a Navacerrada, tras 6h17m de lucha contra los elementos y contra uno mismo.

Voy al bar y me encuentro a Andreas, Sergio y Ana (su mujer) ante sendas tazas de caldo. Me apreto la mía y me voy a cambiar, ya feliz y caldeado por dentro. Lo hemos hecho. En el coche me pongo ropa seca, recobro calor y me parece increíble que esas húmedas y frías ropas estuvieran pegadas a mi cuerpo. Al volver me reuno con Carlos y Aspen ¡¡estamos todos!! y vamos a celebrarlo como merece: con nuestras cervecitas, bocatas, cafés con sobaos y lo que nos pongan.

Celebrando en el Poney Pisador... ejem... Dos Castillas

Las reflexiones de la Comunidad del MAMillo quedaron para después. En ellas Sergio se arranca con una porra y me otorga un más que generoso (a la par que irreal según mis cálculos) 8h15' en un día bueno para el MAM. Aspen iría a su ritmo más o menos (sober las 7h15') y entre medias se sitúa Andreas. Carlos necesita tiempo para digerir la monumental enseñanza que nos ha dado hoy la montaña. Pero ante todo estoy satisfecho, muy contento de haber realizado el entrenamiento más duro que haya soñado nunca, y de haber compartido esos lugares y esta experiencia, que va más allá de lo atlético para convertirse en algo muy personal, con gente de primer nivel. Gracias por vuestra compañía, chicos.

Ahora hay que saborear lo conseguido, que bien valdría una medalla conmemorativa. Gracias por haber leido hasta aquí. En apenas dos semanas sabremos cómo termina esta historia. Por de pronto tengo la sonrisita esa tonta que se te queda cuando has hecho algo grande.

12 comentarios:

Locomotoro dijo...

A Pardillete pongo por testigo que no me gustan las crónicas pero esta me ha parecido muy emocionante y a Dios también que el próximo año pediré humildemente el ingreso en esa comunidad.

Gracias

Anónimo dijo...

Algo grande, sí. De eso no te quepa la menor duda. Ahora tienes que alimentarte bien, alargar el pico (va sin segundas, jejeje) de forma y asimilar todo lo que has hecho.

No me cabe la menor duda de que lo vas a conseguir.

Por cierto, no ibas en pantaloncillo corto...

Anónimo dijo...

Jesús, apuntate un icono de la boca abierta, que barbaridad.


darth.

Mildolores dijo...

¡Jesús! Y no te estoy llamando, no. Solo exclamo. Las fotos ascendiendo por las piedras son impresionantes.
No sé si rodarán cabezas, pero la crónica no me la pierdo.

mayayo dijo...

Alegria, Zero!

menos mal que no sabías que contar al principio de la crónica, jaja.
pero si, yo tambien pasé un día duro. Y estupendo...sobre todo ahora bien seco y mirando hacia atrás. :-)
estas salidas son las que le hacen a uno ganar confianza, creo, y recursos para próximas aventuras.
Y en tu caso, si disfrutaste ese trago, insisto en la porra de 8.15 para el MAMillo.
La solución, en menos de dos semana ya. Nos vemos en el Poney Pisador ;-)

Carlos dijo...

Escondidos resortes mentales. Arcanos instintos, primitivos, que hablan de supervivencia y llaman en lo más profundo del ser humano.

Contradictorias sensaciones de humildad y poder, amalgama de ideas e incertidumbres... ¿Miedo?, ¿confianza?...

Un trozo de corazón quedó en Torrejón, ¿podré dejar otro en Los Tubos?

Lo tienes Jesús. Y yo también te lo dije ayer: entre 8h15' y 8h30', y lo vi en tus ojos, esa confianza que a mi me falta brillaba en los tuyos.

Un abrazo. ;-)

Jorge Gómez dijo...

"...esa sonrisita tonta que se te queda cuando has hecho algo grande..." Pues en apenas 12 días, no te cabrá la sonrisa en la cara, porque habrás hecho algo REALMENTE grande.

Que envidia me das, leches. Por lo corrido, por lo vivido, y por lo contado.

Un abrazo.

Jorge.

Zerolito dijo...

Loco, has estado a punto este año, sólo te ha faltado algo de decisión. Pero te espero el año que viene :)

Yoku, como verás en mi próximo post el pantalón corto... bueno, mejor lo lees. Gracias por todo, compañero.

Gracias, Darth. Tu me has hecho poner esa cara muchas veces ;-) y no sólo por los madrugones.

Mildo, espero que la crónica esté a la altura de las espectativas ;-) Las piedras sí que acongojan un poco

Qué decirte, Sergio. Mil gracias por todo tu apoyo. Sin ti no habríamos podido hacerlo, no tan a gusto y confiados. Eres nuestro Aragorn para estos humildes hobbits. ¿8:15? Yo no creo, pero me halaga que lo pienses ;)

Emotivas palabras, Maestro. Encuentra tu Earendil, Carlos. Recuerda a Arwen, "Aún hay esperanza". Y a Gandalf: "si tú no encuentras el camino, nadie lo hará". Descansa, amigo.

Ay, Jorge... ya quisiera yo. Y a tí sí que te espero en las próximas, eres un auténtico montaraz.

Mil garcias a todos :)

BassRunner dijo...

Desde la desesperanza del corredor lesionado alzo mi voz para decirte:

"Grande"

(Intento no pensar en lo que me pierdo)

Paloma dijo...

¡ QUE ALUCINE ! flipante tío, vaya diíta y vaya cacho aventura, impresionante,
Tú lo consigues (8:20) y en unos años....a por el Himalaya.
Besos

Lander dijo...

Con esa cara de ilusión que tienes y lo que te gusta y disfrutas, tienes la medalla bien ganada mucho antes de salir el día 21. Pero además estoy seguro que terminaras tu reto con éxito. Toda la fuerza del mundo y mucho ánimo Jesus...
Un abrazo.

Carlos dijo...

Pues no me he puesto tontorrón al releer dos años después... ¡Qué blanditos somos a veces, leches!