Ascendemos mientras nos cruzamos con más gente. "No, si al final la cumbre será la Gran Vía..." pensé a colación de un artículo que leí el pasado jueves: "Mas de 80 personas hicieron cumbre en el Everest en un día.". Increíble. El viento se hace más fuerte y las gotas de agua nos golpean fuerte. Llegamos a la cumbre de Peñalara, punto más alto del recorrido. ¡Por fin podemos orientarnos! jajaja. Tiempo para fotos.

Silvestre, Zerolito, Pardillete y Darth Vader. Lander agachado.

Lander, Zerolito y Pardillete. Gebrelayos y Silvestre agachados.
El viento y la lluvia arrecian, con lo que no permanecemos mucho en la cumbre. Los jirones de niebla que vimos al subir se desvanecen, y comprobamos que podremos seguir nuestra ruta. Vemos gente pasando por Claveles, con lo que pensamos que no habrá mucho problema. Iniciamos la bajada y preguntamos a unos montañeros cómo está el paso. "Bien, sin problemas" nos contestan. Pues fenomenal. Pero peguemos un pequeño repaso a la tripulación antes de cruzar Claveles.
- Lander a estas alturas sigue con nosotros porque no hay un camino que diga "Directo a casa". Él creía (pobrecito mío) que íbamos a hacer un rodajito sin más, trotando alguna cuestecilla que otra... y se ha topado con caminos imposibles, hitos que hay que seguir sin saber muy bien por dónde vas. Su MMP en altura era tirarse bolas de nieve en Cotos, con lo que se encontraba descuadrado. Lo pasó pelín mal mientras Silvestre y yo decidíamos por dónde tirar, creía que estábamos disimulando. Aún así se mostró decidido.
- Gebre estaba eufórico, una faceta curiosa por la templanza característica de este ser humano. Pero estaba feliz, y la adrenalina le salía por los poros a la vez que se empapaba de nuevas y enriquecedoras sensaciones. Seguramente ese estado le hizo pasar mejor el paso de Claveles, su pequeña piedra de toque, origen de miedos y dudas.
- A Pardillete le vi perfectamente integrado, se le nota que es buena gente. Animoso, una persona con la que estás agusto. Para repetir, vamos. Y atléticamente un crack.
- Darth Vader seguía haciendo sus chistes, sin parar de hablar (marca de la casa, oiga) aunque le faltara el resuello para contarnos que había estado en nosequé exposición Jedi con sus padaguan. Fue nuestro magnífico reportero con su móvil (nos faltó la cobertura fotográfica, qué paquetes somos)
- Silvestre, con su pasado scout, comandaba la expedición, aconsejando y hablando sobre la montaña. Cabal como siempre, le veo fuerte fuertote, a pesar de sus supuestos kg de más. Por alguna curiosa razón buscaba y rebuscaba la Laguna Grande... yo pensaba que era para saludar a su family que probablemente estuviera allí. Un valor seguro.
- Yo estaba feliz por estar en la montaña otra vez. La última vez que subí Peñalara fue con Coral hace unos 9 ó 10 años (no había niños) y la echaba de menos (a ambas). Me sentía bien, en paz, una vez me hube perdonado el fallo de orientación (mas bien de no entender bien lo que me dijeron) que tuve en Citores. Me encontraba fuerte físicamente y las rodillas no molestaban. En la montaña me encuentro en paz, en armonía conmigo y con el universo entero. Debe ser la hipoxia...
Bueno, pues nos vamos para Claveles. No hay duda posible, está ahí a la vista. El risco impresiona. Las vistas a ambos lados del paso son impresionantes. Pero como conté a
Coral, el risco lo componen bloques de granito supuerpuestos uno encima de otro. Es imposible correr, también lo es andar. Tienes que apoyarte en las manos (y el culo a veces) para pasar de un bloque a otro, con lo que moviéndote con prudencia pero sin miedo (fundamental) no tuvimos mayor problema. El granito estaba algo húmedo pero no demasiado. Pero lo bueno era que no llovía y no había demasiado viento, al menos del peligroso (racheado y fuerte). Era un viento no demasiado fuerte y constante. No hubo ni un sólo resbalón importante, pero claro, es que nos tomamos nuestro tiempo. Nos reagrupamos y nos vamos al risco de los Pájaros, que nos parece una tachuelita comparado con el anterior. Desde Claveles vemos ya las Lagunas, repletas de gente, que nos indican el regreso en descenso, lo que encandila a
Lander... ¡por fin empieza la cuesta abajo! (y el camino a casa)
Tras pasar el risco de los Pájaros descendemos hacia la preciosa laguna homónima. Seguimos la senda, da gusto poder trotar suave opr terreno llano y blando. Unas vacas nos observan con esa mirada, entre cotilla y bobalicona, que estos animales tienen. Como ahora podemos trotar algo nos damos cuenta de que la gente nos mira con cierta admiración. Gente que sube a la montaña en pantalón corto y camiseta mientras ellos van con sus North Face Goretex, botas Columbia con Vibram, pantacas Trango, gorro y bastones. Y bajan trotando desde donde ellos no han llegado aún, de arriba arribota. No puedo por menos que sentirme importante, admirado. Mi ego recibe una dosis extra de autoestima que, sinceramente, no viene nada mal a pesar de no ser merecida.
Las vistas desde la vertiente madrileña de Peñalara, Claveles y Pájaros son espectaculares. ¡Qué hermosura! Admiramos su majestuosa belleza mientras alguien suspira un "
parece mentira que vengamos de allí...". Y es cierto, tal es la grandeza de esas moles graníticas. Seguimos trotando y andando en varias tachuelas que nos encontramos por el camino. Una vez pasadas las cumbres el camino se empina hacia abajo, convirtiéndose en un sendero con mucha piedra suelta y arena. No hay barro a pesar de las lluvias. Despacito llegamos al puente del arroyuelo que sale de la Laguna Grande cuando empiezan a llover piedras.
Lander, que se había quedado atrás, nos está tirando piedras con un estilo pastor-like y una precisión increíble... "
¡Mamón, qué haces!". Supongo que devolvernos la tensión de horas antes, el jodío.
Una vez agrupados decidimos no desviarnos hacia la Laguna Grande por temas de horario (hemos salido más tarde de lo previsto) y bajamos a Cotos por un más que amable sendero, que pronto se convierte en camino y finalmente en autopista general llegando a Cotos. Nos encontramos a la familia de
Silvestre, que estaban dando una vueltecita por los alrededores. Los veremos luego en Marcelino. Nuestra amiga vigilante del Parque no estaba en la caseta, así que no pudimos saludarla. Fotos en el parking, nos ponemos sequitos y nos premiamos con un bocata de tortilla y una caña. Feliz final para una mañana inolvidable.
Poco más añadir. La experiencia fue fabulosa a todos los niveles. Para algunos fue su primer contacto con la montaña. Para todos fue la primera vez que corríamos en la montaña. Alguno descubrió la verdadera cara del MAM. Para mí fue un bautismo y un reencuentro. Me sirvió para corroborar lo que ya pensaba sobre lo que debería ser correr en montaña para un paquete como yo. Pero ante todo fue un feliz regreso a la montaña. La echaba tanto de menos que el domingo maté varios pájaros de un tiro. Mi amor por la naturaleza, por la montaña en concreto, sus cumbres y su magia, ha sido recompensado por una jornada inmejorable. En compañía de buenos amigos he rozado el cielo con la punta de mis nuevas Asics Trabuco. Y eso, querido lector, es impagable.
Agradecimientos:
- A la Madre Naturaleza por brindarnos la oportunidad de reencontrarnos con nosotros mismos y por permitirnos gozar de su inmensidad.
- A mis compañeros de viaje: Jorge, a los dos Carlos (Velayos y Ruiz), a Leandro y Nacho. Vuestra compañía ha enriquecido notablemente esta experiencia.
- A todos los que habéis seguido y apoyado desde el principio esta aventura, especialmente a Luis (CyT), Fran (Yoku), Mayayo, Wild Runner (estos dos últimos aún sin conocernos, flipa) por sus opiniones y ayuda con recorridos alternativos.
- A Coral por permitirme este capricho a pesar de las dificultades que nos ha planteado.
Se ha abierto un nuevo camino, para mí mucho más apasionante que cualquier 10km llano para hacer marca. En la montaña el reloj pierde sentido en favor de sentimientos y sensaciones mucho más importantes.