Hola, creo que he descubierto cómo publicar un artículo en Correpoco (tres años después...).
Tras leer las emocionantes crónicas maratonianas de Jesús y de Amando me queda poca épica que añadir. Daré brevemente mi versión de la carrera. Anuncio a los espíritus sensibles que este relato puede ser desgarrador (muscularmente).
El último domingo de abril en Madrid ha sido en los últimos años un día semitropical. Ya estábamos preparados para ese sol que de doce a una te mata cuando ocurrió lo inesperado: que saliera un día fresquito y nublado. Por pedir algo, hubiera sido mejor que no lloviera al principio pero la verdad es que tampoco molestó mucho. Un efecto negativo de que salga un día estupendo es que te quita una magnífica excusa para justificar que petes al final.
Los primeros quince kilómetros los hice con los atletas olímpicos Jesús-Zerolín y Amando-Bassrunner que me llevaban bastante engañado porque teóricamente la estrategia era 5:40/km al principio y luego según las fuerzas. Realmente el ritmo de los primeros kilómetros, quitando las aglomeraciones, fue sensiblemente inferior a 5:40 y ya iba percibiendo que me estaba equivocando de liebres, que Jesús y Amando iban demasiado bien, y que yo necesitaba más tortugas que liebres. Después de disfrutar por Madrid en tan buena compañía decidí hacer una parada técnica para, además, tener una excusa que me permitiera perderlos de vista y ponerme un ritmo más a mi medida con la idea de no tener que utilizar el billete de metro.
Mantengo el ritmo, tras pasar la media en 1:56:35, voy bien, incluso me hago la ilusión de alcanzar a mis compañeros; ahora creo que esta ilusión, más que una posibilidad real, era el primer síntoma de agotamiento, de que empezaba a no coordinar. Hasta la bajada del Parque del Oeste todo bien, la cabeza alta y el trote ligero cual gacela, pero quién me iba a decir que iba a ser en una cuesta abajo cuando iba a empezar a verle las orejas al lobo. Esa cuesta del Parque del Oeste, hasta la avenida de Valladolid, me sirve para descubrir que mis músculos no van tan lozanos. Luego, hasta la Casa de Campo, vuelvo a recuperar las buenas sensaciones. En la Casa de Campo aguanto, aunque ya voy llegando a la conclusión (últimos momentos de lucidez) que mi objetivo de bajar de cuatro horas es inalcanzable porque el colchón de diez minutos para los últimos diez km es poco teniendo en cuenta las cuestas que quedan y mi estado de pre-amaderamiento.
El último rato bueno lo tengo en el Paseo de la Ermita del Santo, camino del cementerio (el de San Isidro, digo; no es una metáfora aunque bien podría serlo). Incluso adelanto a la gente y me digo, ¿y si resulta que voy mejor de lo que pienso? Pues no. Giro a la izquierda, encaro el Calderón y vuelvo al planeta Tierra. Aquí empieza mi calvario, y quedan ocho kilómetros, ¡Santo Cristo! He oído decir que, el último siete mil del Maratón es la hora de la verdad. Ahí la cagas o triunfas, y creo que es verdad. Yo la cagué. No me ayudó mucho el ritmo demasiado vivo para mi de los primeros kilómetros, pero no me engaño porque, realmente, creo que al final lo que pesa es la preparación y, por supuesto, la calidad. Eso es fundamentalmente lo que te hace finalizar bien (dentro de un orden), mal o remal. Mis últimos kilómetros de este mi quinto maratón acabado (sexto iniciado) fueron de demasiado sufrimiento. Cuestas interminables, dolores en todos los puntos de mi cuerpo, y las zapatillas que, por algún motivo, se habían convertido en yunques. A cambio está el ánimo de la gente, la gasolina extra que te da finalizar un maratón y, en mi caso, ese dorsal adornado con la foto de Miguel (mi cachorrillo de cinco meses) y con algún otro homenaje íntimo al que no podía fallar.
Lo del ánimo de la gente es un fenómeno contradictorio. Se agradece mucho, especialmente por la buena voluntad que encierra el que alguien piense en ti, en ayudarte. Es hasta emocionante. La parte extraña del tema es que cuando, entre muchos corredores, alguien que no te conoce te elige precisamente a ti para animarte es porque i) tiene buen corazón e ii) entiende que entre todo lo que ve eres el que peor va. Otros animadores te sacan una sonrisa, como un niño que animaba a nuestro paso en el kilómetro 38 diciendo que ya habíamos hecho lo peor. No la faltaba la lógica, pues haber hecho 38 de 42 es objetivamente haber hecho casi todo, pero es que en esos últimos siete kilómetros la lógica subjetiva humana se transforma y en tu cabeza las cosas no funcionan así sino, más bien, al contrario: piensas que has hecho lo más fácil (lo que ha quedado atrás) y que queda lo peor, cuatro p. kilómetros cuesta arriba en unas condiciones en que no te moverías del sillón ni para huir de una habitación en llamas. De todos modos, se agradece el ánimo y, de hecho, creo que yo no correría el Maratón de Madrid si en los últimos kilómetros no hubiera tanta gente dispuesta a animar.
Otro síntoma de ir remal es lo que cuesta adelantar a la gente que ya ha dejado de correr y hace los repechos andando. Crees que vas corriendo cuando en realidad vas en un formato de desplazamiento que es estrictamente lo que va después de andar.
A pesar de todo se sigue adelante. Tengo que reconocer que la entrada en el Retiro me proporcionó un breve momento de felicidad, al ver que ya no quedaba mucho y que las cuestas por fin se habían acabado. Pero este año he llegado chungalí, hasta los últimos metros han sido un suplicio y, lo que más me sorprendió, tras atravesar la meta no sentí el alivio ni la felicidad enorme de finalizar que experimenté otras veces. Lo seguía pasando muy mal: los músculos, los tendones, los pies (el orgullo). Y encima la creencia de haber hecho algunos segundos por encima de mi mejor marca. Pero, por fortuna en eso me equivoqué porque sí había rebajado mi marca (aunque en unos insignificantes 19 segundos), simplemente es que al parar el reloj recordé mal la marca anterior.
Y tras la llega a la meta el reposo del guerrero: Isabel, mi mujer, con Miguel, a los que dediqué la carrera, y que tengo que reconocer que su ánimo telepático me ayudó a llegar una vez más. La conversación con mi madre, que siempre me regaña por hacer estas barbaridades. Coral y Matilde con los niños, el apoyo constante.
El reencuentro con los amigos tras la valla de llegada fue emocionante: Jesús había hecho una marca enorme, y no la hizo mejor porque no arriesgó mucho al principio: estaba para bajar de las 4horas y 50 minutos, estoy seguro (y en el futuro: ¿dónde está el límite?). Supe que iba a hacer una maratón de escándalo un domingo de los de valla de la Casa de Campo en el mes de marzo en el que esprintó subiendo el Mortirollo, porque quería adelantar a un ciclista. Su tiempo me llena de alegría. Es el premio a una buena preparación, a, por fin, una temporada sin lesiones y, sobre todo, a que sus piernas (¡qué piernas!) tienen mucho atletismo. Me alegro mucho de sus triunfos de este año; este chico merece todo lo bueno que le pase. Sus emocionantes relatos de entrenanientos y carreras nunca olvidan a los amigos así que es justo que los amigos disfrutemos con sus grandes logros. Jesús se ha transformado en tres años: ¡¡¡qué tiempos en que se le caía el chip en el primer kilómetro o que era el hombre o gallina más feliz del mundo por acabar una media maratón en dos horas!!! Has ganado como atleta, pero el precio es que acabó la edad de la inocencia (y, por mi parte, en que ahora me toca resignarme a sólo ver tus espaldas). Amando acabó su primera maratón (!!!!) y bajó de cuatro horas (!!!!), aunque no pudo mejorar su marca “no homologada” de menos de tres horas. Un logro que es mayor cuando te enteras de que le tocó morder el polvo los últimos cuatro kilómetros. Ahí está la casta, no andar, no coger el metro, sufrir (a cambio de nada) y seguir adelante aunque la aguja marque cero (me siento muy identificado contigo, Amando). Te tocó pagar el pato, pero el día que llegues con un poquito de gasolina al final vas a hacer un marcón de escándalo.
A ambos, que veo que no tenéis límite, os digo que si hubiera justicia divina seríais expulsados del kolectivo correpoco porque es evidente que traicionáis su espíritu dado que ya no corréis poco (lo mismo aplica a Paloma).
Envío un abrazo a los demás paquetes, especialmente a Leandro que estuvo por ahí dando ánimos, a las chicas fotógrafas cuyo nombre no recuerdo (lo siento), y a Yoku, al que vi sufrir tanto en la meta el año pasado que me alegra especialmente saber (a través de su blog) que esta vez se vació pero con más alegría con unos magníficos 3:47 y que no acabó jurando que nunca más correría un maratón. Yoku: tú también eres grande.
Aunque me tocara sufrir y en esas cuestas del Manzanares pasé momentos de verdadera crisis atlética, correr con los amigos y compartir los buenos y los malos momentos mola. ¿Se puede pedir más?
Correpoco es un grupo de amigos que disfrutan corriendo... aunque ahora lo haga cada uno por su lado.
6 comentarios:
¡¡Redios!! ¡Santi escribiendo!
Mil gracias por tus palabras hacia mi, inmerecidas de cabo a rabo. Tu, que me acompañaste en mis primeros pasos en el correr, me has idealizado porque he mejorado unos minutillos de ná unas marcas de paquete. No es para tanto, tío. Aun así se agradecen de corazón.
Santi, le has echado coraje y casta, como siempre. Encima corriendo solo los últimos km, los más duros. Es para estar más que orgulloso, enhorabuena por tu carrera, por tus emociones, tus dedicatorias y por batir tu marca a lo Sergei.
El año que viene iremos juntos otra vez, y espero que acabemos juntos, campeón. Eres un crack, dorsalizado con Miguel o vestido de paisano. Un abrazo enorme.
Espectacular artículo, Santi.
Sólo me queda entrenar más el año que viene porque Jesús va que se sale y a ti se te notan ganas (leyendo entre lineas). El año próximo tengo que estar a la altura...
¡Olé correpoco!
estaba para bajar de las 4horas y 50 minutos
Estoy de acuerdo, Zerolito estaba para bajar de esa marca... :-D
Enhorabuena Santi, porque una rebaja de marca, aún por segundillos, es una rebaja. Lander entiende de eso...
Abrazos. ;-)
Santi, fue una pena no encontrarte, además, que chungo para tí hacer sin tus compis ventimuchos Kms, pero muy bien tio, lo conseguiste, ENHORABUENA.
AH! no sabía que se te da también el relato.
Besos, hasta pronto
Santi, espero que te animes a escribir más entradas porque me ha parecido una de las mejores crónicas de maratón que haya leído nunca.
Si me lo permites, voy a hacer referencia a algunas cosas que has dicho... :-)
¡Enhorabuena por tu sexto maratón!
Jesús y Amando: la próxima os dejo tiraos yo.
Carlos: qué razón tienes. Es que m'equivocao. En mi mundo maratoniano no existen las tres horas, supongo que por eso he metido la gamba.
Paloma: gracias; tú sufieciente tenías con acompañar a Amando. El próximo año te quiero ver, aunque creo que para ello vas a tener que empezar a correr ya en Colón, es decir, vas a tener que correrla de verdad.
Yoku: gracias por las flores. Leyendo las entradas de Jesús, de Amando, la de tu blog y las de tantos otros es que da gusto de leer cosas del rúnin.
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